Con mis Bueyes Perdidos di mis primeros pasos, algo así como animarme a exponerme a través de mis reflexiones bajo la forma de ensayos, ahora doy un paso mas, con mas trabajo dejare algunas ficciones que mi imaginación vaya dando a luz, ojala sean de su agrado.

lunes, 1 de octubre de 2007

Lázaro.


I. Génesis.

… Sus padres no sabían de toponímicos ni de patronímicos, los médicos no sabían de resucitación cardiopulmonar, más allá de alguna lectura superficial en una publicación especializada, pero cuando un 17 de diciembre del año 1964 nació, su extraña vida quedaría marcada, como un karma, por el santoral.

Lo mas avanzado que había por entonces en cualquier tipo de diagnóstico por imágenes, eran los Rayos X, algo incompatible con el embarazo, así que, después de coronar, al sacarlo, que tuviera sobre su cuello una doble vuelta de cordón umbilical fue toda una sorpresa, mas aun el hecho que, su apenas estrenado corazón, ya no latiera. Un neonatólogo, un ginecólogo y una partera, más por intuición que por ciencia lo volvieron a la vida; milagros de hospital público. Habiendo nacido bajo la protección de san Lázaro y después de haber, literalmente, resucitado, poco hubo que pensar a la hora de bautizarlo. Pocas personas llegarían a hacer honor a su nombre como él.

La mayor parte del tiempo su vida no tendría nada de extraordinario, hijo de un albañil y una ama de casa en el limite de su vida fértil, Lázaro fue recibido con mucho amor. Se desarrolló con normalidad; intelectualmente del montón, no dio visos de extraordinaria inteligencia pero tampoco de secuelas de su accidentado debut a la vida. Comenzó a hablar temprano pero sus primeros pasos se hicieron esperar, una vez dado el primero de ellos, fue descubriendo su pequeño mundo bajo la atenta mirada de sus amorosos padres.

II. Primeros pasos.

Correteando alrededor de su madre, de las vecinas que pasaban a hablar con la señora, con un patio prístino en su fauna y flora, se volvió saludable e inquieto, obediente, si, pero con una curiosidad que de vez en cuando le traía algunos dolores de cabeza a sus progenitores. Como un pequeño naturalista investigaba de manera poco ortodoxa para la ciencia pero bastante común en los pequeños, cuanta forma de vida se le cruzaba, texturas, formas, aromas y eventualmente sabores.

El comienzo de la etapa preescolar, potenció de alguna manera su espíritu aventurero, los rudimentos de la socialización le hicieron ir ganado poco a poco amigos y amigas. Al ir jugando con las masas y resinas usadas para moldear, descubrió una facilidad natural para las formas, sus esbozos artísticos llenaban de orgullo a su madre e hinchaban el amplio pecho de su padre.

Con sus amigos y casi sin solución de continuidad se sumergieron de lleno en su educación primaria, combinando juegos con tareas, se sorprendió agradablemente con las posibilidades que, a su imaginación, la lectura le brindaba. Así que matizaba la escuela, los juegos con amigos, las manualidades cada vez mas elaboradas y la lectura, un conjunto de inclinaciones que hacia que sus padres vislumbraran un excelente futuro para Lázaro, pero...

III. El sino de su vida.

Con ocho años y una exacerbada inquietud, no se conformaba con pasar la tarde jugando o haciendo las tareas de la escuela, su atención ahora se enfocaba en la actividad de su padre, éste, humilde, quería mantener a su hijo alejado de un trabajo netamente físico y desgastante, pero el pequeño sabia convencer si se lo proponía y el hombre, a su pesar, cedió. Planteada la inquietud del niño a su madre, el albañil coligió que siendo Lázaro en esencia inquieto pero obediente, con unas pocas precauciones nada le pasaría, estaba en la etapa inicial de la construcción de una vivienda, así que, suponía, el pequeño pronto se aburriría y volvería a sus actividades de siempre; el día elegido, un sábado por la mañana, bien temprano.

Mañana calurosa de primavera, olor a pasto húmedo y tierra fresca, arena y ladrillos, todo un parque de diversiones ante los ojos del chico. Después de un desayuno en la obra, el padre le pide tareas sencillas que Lázaro va haciendo con mucho entusiasmo, carga algunos ladrillos, coloca con cierta torpeza arena en un balde que traslada con dificultad y tesón, el padre explota de orgullo al verlo terco y dispuesto en las pequeñas tareas encomendadas. Las contenidas lagrimas sorprenden al albañil, un clavo olvidado en una pequeña tabla perforo el talón de Lázaro, que apretando los ojos se resiste a llorar con una gran sonrisa. Dos veces mas, en días salteados, acompañó a su padre en la tarea de construir la morada de otras personas, el resto matizaba con las actividades propias de un niño.

La tarde del jueves se siente apenas mal y la madre le detecta unas líneas de fiebre, seguro que se ha insolado tanto andar por ahí, con millones de recomendaciones lo mete en la cama, a pesar de sus protestas. Sale el sol del viernes de la mano de la desesperación del matrimonio, Lázaro tiene un color azul demasiado anormal, una franca dificultad para respirar, una congelada y sardónica sonrisa, no les responde.

Ayudados por un vecino van al hospital, después de una espera eterna el diagnostico es terrible, Tétanos, una condena a muerte casi segura en aquella época.

Lentamente su cuerpo se fue deteriorando, feas heridas, escaras, por la inmovilidad, lo hacían ver como un extraño y pequeño anciano, ya no respondía, apenas respiraba y definitivamente no había vuelto a abrir los ojos, el desenlace estaba próximo.

Con un constante gesto de incredulidad, el padre de Lázaro, realiza las gestiones propias del inminente sepelio del pequeño, una opresión en el estomago y un sentimiento de culpa lo acompañan en su recorrido. Ahora solo falta esperar...

  1. En honor a su nombre.

Un jaspeo agónico partía del pecho de la criatura llenando la precaria Terapia Intensiva y oprimiendo los corazones de amigos, familiares, médicos, enfermeros y eventuales compañeros de sala, una cosa es la agonía cronológicamente correcta y algo muy diferente cuando se extingue la vida de un angelito.

El pequeño pueblo solo hablaba de Lázaro, de sus padres, de su injusta situación, tres veces al día se organizaban en la parroquia local rondas de oración, pidiendo primero, por la recuperación del niño, ahora, por su eterno y pacifico descanso.

Desde la epidemia de cólera de principios del siglo que no se veía tanta pesadumbre en una comunidad entera, la escuela donde el niño asistía hacia días que iniciaba sus actividades con la bandera a media asta, las maestras y algunos alumnos habían comenzado a usar el brazalete del luto en sus prendas, un evidente abatimiento se respiraba en la desconsolada población.

Entro en la noche en franca decadencia física, los médicos decidieron que una mínima observación seria suficiente, solo restaba esperar el momento del fatal desenlace, sus conocimientos no les permitían más que hacer más placentera su agonía. A la medianoche en medio de un profundo jadeo, como si del ultimo aliento se tratara, dejo de respirar, la enfermera corre a llamar al facultativo que presuroso lo ausculta, no detecta signos de vida, descorazonado se da vuelta y comienza a alejarse para completar los datos de la historia clínica. En eso estaba el medico cuando se oye una profundísima y desesperada aspiración, como alguien que ha permanecido debajo del agua mas allá de lo prudente, incrédulo vuelve sobre sus pasos y encuentra a Lázaro con mas color en las mejillas y con una respiración bastante buena para alguien que acaba de morir.

V. La Leyenda.

Los detalles de cómo la familia y amigos recibieron la noticia pierden importancia ante lo que se genero alrededor del pequeño. El ataúd en el que debería haber sido sepultado se transformo poco menos que en objeto de culto, un continuado desfile de comadronas y paisanos se acercaban a tocarlo mientras invocaban silenciosos pedidos y oraciones. Los propietarios de la casa de sepelios, la única del pueblo, lo exhibían en la puerta del local, con una alcancía estratégicamente colocada para recibir “donaciones”.

En la ciudad Lázaro se recuperaba rápidamente; teniendo mayor movilidad en su cuerpo las dolorosas escaras cicatrizaban de manera adecuada, al poco tiempo estuvo en condiciones de ser dado de alta y viajar los kilómetros que lo separaban de su pueblo, así lo hizo junto a sus padres y el mismo vecino que lo llevo inicialmente.

La pequeña comitiva, por que algunos autos y carros se les fueron uniendo en la ruta, arribó cerca del mediodía, la familia completa y el vecino samaritano, no daban crédito a lo que veían, la calle principal adornada como en las fiestas patronales, una multitud saludando efusivamente y, prácticamente, arrojándose al paso de automóvil, tratando de siquiera rozar a la celebridad del momento, el niño que no podía morir, algunos pedían por familiares en problemas, otros reclamaban ayuda en la obtención de tal o cual trabajo, todo en un fárrago de gritos mezclados con el andar del vehiculo. El camino se vio obstruido de repente por una comitiva encabezada por el propio intendente.

Los detalles de tan redundantes serian aburridos, digamos que se cruzan imágenes del niño rumbo a la escuela con una cohorte de pedigüeños y manoseadores. La extraña procesión se repetía a diario, con un murmullo de lamentos suplicantes. A la luz de los años es difícil entender como logro conservar su salud mental.

  1. Inercia.

Termino la escuela primaria sin grandes problemas, aunque debió ingeniárselas para poder jugar como los demás chicos, por la presencia de gente alrededor que esperaba el momento de un nuevo milagro. Al no pasar nada sobresaliente, con el paso del tiempo la gente fue olvidándose y Lázaro, pudo volver a tener una vida normal, o casi.

No destacó como alumno, pero tampoco sufría para aprobar sus materias, así, se encontró cursando el secundario en una escuela con orientación comercial, la única del pueblo. No le atraía lo que aprendía, su habilidad manual innata para darle forma a las cosas, y su inquietud por el pasado, por encontrar los rastros de aquello ocurrido en determinado sitio, fue anidando en su cabeza la idea de la arqueología o la geología como vocación, idea que no se iría nunca mas de su anclaje.

En 1981 no pudo escapar al destino de los jóvenes de la época y salio sorteado para realizar en la Armada su servicio militar, lejos de atemorizarlo o preocuparlo, ansiaba conocer el mar, claramente estimulaba su exacerbada curiosidad.

  1. ¡¡En y por, acto de servicio!!.

El 2 de abril del año 1982 lo sorprendió como miembro del rol de artillería antiaérea en la tripulación del crucero A.R.A General Belgrano. Guardias de 12 horas con otras tantas de descanso no eran un régimen desgastante para la marinería , el poco discreto navegar del buque, salvo al momento del desembarco inicial, lo mantenía alejado de la zona de exclusión impuesta por los Británicos, algo por demás obvio, tanto el crucero como sus escoltas eran navíos antiguos y ruidosos, algo demasiado fácil de detectar y difícil de proteger, además su rol en la fuerza era demasiado especifico como para intervenir en esa etapa del conflicto, si es que llegaría a hacerlo.

No la pasaba mal, la camaradería estaba exacerbada por la tensión reinante a sabiendas que en cualquier momento entrarían en combate, de hecho habían recibido ordenes de hacerlo. Aun así sus días transcurrían con los típicos sobresaltos propios de los diferentes simulacros y de las falsas alarmas, un ir y venir de adrenalina que, una vez cargada, era difícil de disipar.

La tarde del 2 de mayo, bajo con desesperación a la cantina del barco, quería algo dulce que no fuera provisto por la fuerza, después de bromear con los dos únicos civiles embarcados, se dirigió a cubierta a disfrutar de sus golosinas a manera de merienda, apenas dadas las cuatro de la tarde, y apenas dado un paso en la cubierta, un ruido sordo y desconocido, seguido de una fuerte vibración lo inquietan, segundos después otro ruido, diferente al anterior en la proa de la nave le dice que la guerra lo alcanzo de la peor manera, acto seguido su instinto y los simulacros lo hicieron actuar, en principio se dirigió al lugar que su rol de combate le había asignado, pero en menos de veinte minutos y con la embarcación evidentemente escorada, las alarmas cambian a su voz de abandono, así que sin miedo se dirige a la ubicación de su bote correspondiente.

Algo vela sus recuerdo, tiene imágenes sueltas de los otros seis compañeros que apretujados, vomitaban sin prurito ni posibilidad de detenerse en la, por demás mojada, base de la balsa.

La tripulación del aviso Gurruchaga, a pesar de las condiciones, sacan a sus compañeros inconcientes, él en un ultimo esfuerzo, intenta izarse por la red de rescate, sin éxito, cae al agua y es sacado por alguien a quien no podrá agradecer. La exposición final al agua helada potenció la hipotermia en la que se hallaba al cabo de 16 horas en una balsa con poca gente y en condiciones extremas, poco después de ser izado, cuando la sangre helada de sus miembros llego al corazón, lo detuvo.

  1. La tercera no es la vencida.

El primero que notó el detalle que Lázaro no respiraba, procedió a abrigarlo mientras pedía ayuda, esta vino de la mano de un joven oficial médico que fue destacado a sabiendas que el aviso concurriría en rescate de los tripulantes del crucero. Sus ingentes maniobras dieron resultado, contra lo que la ciencia medica predice, pero Lázaro se había empeñado en ir en contra de los preceptos de la medicina desde su nacimiento. Llego a la base aeronaval de Puerto Belgrano sin fanfarrias especiales, nadie conocía sus antecedentes, pero si como un héroe de la fuerza que sobrevivió en acción. Luego de un tiempo de recuperación en el hospital naval, finalizado ya el conflicto, fue licenciado en forma definitiva y pudo regresar a su pueblo antes de empezar sus estudios universitarios.

Llego al pueblo al final de una tarde de invierno, lo esperaban sus padres y un par de amigos, en silencio, ansiosos y concientes de lo que le toco vivir, algunos de sus compañeros de escuela habían fallecido en alguna de las instancias del combate. Como nadie se había enterado de su nueva “resurrección, la leyenda permaneció olvidada y el mismo se cuido de que así fuera, lo que menos quería en estos momentos era esa cargosa popularidad, necesitaba recuperar el timón de sus sensaciones y sentimientos.

Despacio, con el pasar de los días, volvió a ser él mismo.

  1. Vorágine.

Desde el preciso momento en que viajó a estudiar a la ciudad, las cosas fueron pasando casi vertiginosamente. Alumno regular, se esforzó por llevar al día sus materias, sin privarse de participar del calido folklore universitario, los escarceos amorosos y uno que otro descontrol de vez en cuando, imágenes un poco difuminadas de una etapa que si bien la recuerda feliz, no logra enfocar con claridad.

Geólogo recién recibido, con sus habilidades artísticas y bagaje de conocimientos, consigue ser contratado, por un módico sueldo, para desempeñar su profesión en una compañía minera, esto le permite recorrer zonas diversas del país así como de países limítrofes. Su constancia y dedicación le van haciendo ganarse el respeto de sus superiores y lentamente va tomando mayores responsabilidades, empieza a hacer carrera.

A los 41 años, en una fiesta de la empresa conoce a una mujer que lo conmueve, ahí se da cuenta que se sumergió tanto en la profesión que lo único que veía a su alrededor era soledad, sus padres, muy mayores, aun vivían y eran la principal fuente de su afecto, pero algo le faltaba sistemáticamente en lo profundo de su ser, ese algo era la sensación de hombre realizado, la necesidad de familia propia, de legado a través de los hijos, esa sensación y los enormes ojos negros de la ejecutiva de marketing le hicieron acercarse a la mujer. El romance se inicia de manera lenta, entre viajes de ambos, pero la forma de ser de los dos va dando consistencia a la relación que se afianza día a día. Los viajes pierden un poco de la aventura que otrora representaban, los cambiaria gustosamente por mayor tiempo para disfrutar de los brazos de su amor, quizás, al regresar pueda arreglar cambiar a una función mas de asesoramiento y abandonar las tareas de campo…

  1. Imágenes.

… En un parpadeo cesa el desfile de imágenes de su pasado, pero de alguna manera permanece en un estado de tranquila somnolencia. La voz desesperada del piloto llega muy lejana, la ausencia del sonido de las turbinas del Learjet de la compañía potencia el murmullo de los rezos contenidos primero, en voz alta después para finalmente tornarse ruegos a viva voz.

Sonríe, nunca le ha tenido miedo a la muerte, y no es por haberla evadido tantas veces, simplemente por que vivió como considero que debía hacerlo y estaba satisfecho con eso, sin deudas internas, o casi, pero no se podía quejar. Pensó en luces al final de túneles, pero jamás las había visto, tampoco había visto pasar su vida toda como hace un momento. Sonríe con una nueva luz de comprensión en sus ojos.

En medio de gritos de pánico y la sensación de vértigo en el estomago, Lázaro lo vio con claridad, se acomoda mejor en el asiento para disfrutar de esta, su muerte definitiva…