La sutil silueta de la mujer, se desplaza por la habitación, despojada ya de pudor y ropa, se sabe mirada, le gusta, conserva un garbo especial, sus movimientos son sutiles, casi etéreos, pero con una intencionalidad, que si bien no expresada, se desborda por si misma.
El solo la puede observar, también despojado de sus prendas, sentado en un pequeño sillón, tratando de verse normal, desnudo, fumando y con una evidente erección, se siente un tanto ridículo, pero a la vez extasiado ante la imagen de su pareja, desenvuelta, deambulando, sugiriendo una mezcla de pasión y dulzura que desconciertan. El sabor del tabaco en la boca es apenas el preludio de la necesidad del sabor de esa mujer, esta inquieto pero lo disimula, cada primera vez es así, misterio, ansiedad y por que no, un sutil temor a no estar a la altura, aunque sin saber a la altura de que.
Desde las sombras del sillón le sugiere que se recueste sobre el lecho, relajada y boca abajo, que cierre los ojos y solo se deje llevar por las sensaciones, sin hacer ruido, recoge de entre sus ropas la pequeña pluma amarilla y se acerca a ella, la contempla, se acomoda a su lado y comienza con el suave elemento una danza sobre la piel de
Cuando él, con mucha sutileza da el toque final recorriendo los lugares que lo llamaban en silencio, contempla con una mezcla de sensaciones el cuerpo arqueado de ella ante el bombardeo sensorial, sin poderse contener, deja caer la pluma y la reemplaza con sus dedos, sus manos, su boca, reiniciando el recorrido, sabiendo ya, el destino que ambos esperan, anticipándose, deseando el ser uno solo los dos…