I
Sentada en un rincón oscuro del local bailable, sonreía divertida, rodeada de un humo de cigarrillo que pintaba el lugar como si de un callejón londinense se tratara, la música al limite de lo tolerable no hacia mas que reafirmar la soledad, la individualidad en un lugar lleno de soledades potenciadas por la imposible comunicación hablada. Su sentido del oído, casi adormecido, exacerbaba el de la vista, así que poso sus profundos ojos celestes en los rostros, resaltados por los juegos de luces y el maquillaje, de las mujeres que bailaban solas o intentaban una comunicación, afirmando o negando aleatoriamente, sin saber exactamente lo que su interlocutor decía, una ceremonia de fin de semana.
No tenía ningún tipo de sensación respecto al resto de las mujeres, que como ella misma buscaban algo o alguien, quizás un momento de diversión, quizás un momento de sensualidad o simplemente abandonar la soledad enmarcada en un mediocre empleo o en el estudio de una carrera sin pretensiones. La belleza, existente o no, delineada por grandes cantidades de maquillaje; ¿cuánto menos pesarían si tuvieran la cara limpia de afeites?, donde su sonrisa natural liberara las imperfecciones que hacen a la mujer perfecta en si misma, pero no, se ocultaban en elaboradas formas dibujadas, algunas de colores chillones, otros con mas delicadeza, pero solo ella llevaba el rostro virgen de la química cosmética.
Su cuerpo, armonioso y delicado, sin llegar a ser voluptuoso pero lejos de la imagen anoréxica tan de moda, se yergue sobre los bajos tacos de unas cómodas sandalias, la tela, con un corte pasado de moda, apenas puede disimular a la niña-mujer que recubre. Las luces bajan como anuncio de la siguiente ceremonia, la danza, y con ella, el lento y dificultoso peregrinar masculino en busca de una mujer que le permita algo más que solo una charla inocente, casi un rito primigeneo.
Aun recuerda el sabor de la boca del joven, apenas mayor que ella, sabor a varón con tabaco y alcohol, una mezcla difícil de olvidar, la piel olivácea y la nariz apenas prominente y esos ojos negros protegidos por unas frondosas cejas, ese niño-hombre es la diana no alcanzada de su mirada, por él, cada fin de semana regresa a ese lugar.
Rechaza una y otra vez con amabilidad los ofrecimientos de compania, las invitaciones a compartir una bebida, en algo muy parecido a una función de mimos, habida cuenta de la omnipresente música con sus decibeles desbocados. Nadie la acosa, apenas insisten y continúan, quizás incómodos por la azul profundidad de sus ojos, una profundidad que verdaderamente intimida en alguien de apenas 17 años.
II
A pesar de los años no había sido capaz de superar esa sensación de mortaja aromática que lo abrumaba, si bien hacia horas que había abandonado el cementerio, como cada vez, era incapaz de despojarse de la imagen de las tumbas y nichos de esa pequeña ciudad de fantasmas y desde luego del pesado olor de flores en descomposición, que inevitablemente asociaba a
Se sacude la cabeza acomodándose el pelo y los pensamientos, ahora si, a vivir una nueva noche de ruido alienante, no es que no le gustara bailar, solo que era conciente que un fantasma no podía hacer mas que eso, el dialogo imposible y la insoportable rutina de tratar de saber las tonterías de rigor, por eso solamente bailaba, las mujeres, atraídas por su porte, rápidamente sentían su falta de interés y con cierto fastidio lo dejaban, a veces bailando solo.
Un fantasma bien vestido tenia fácilmente granjeada la entrada, la músicas lo golpea en la cara sin miramientos, las luces bajas le indican que el baile se ha iniciado, se acomoda en un rincón, aun no tiene ganas de sumergirse en el amontonamiento humano arrastrado por la marea de hombres y hormonas.
III
La profunda mirada azul se encuentra con la misteriosa mirada negra, la multitud se disuelve alrededor del invisible puente tendido ante los jóvenes, ambos rostros inescrutables no necesitan gestos para expresarse, sus ojos lo hacen con prístina fluidez y claridad. Mas que acercarse, Marcos, se desliza entre la gente hacia la blancura magnética del rostro de ella, imágenes sueltas de una memoria genética lo hacen sentirse mas vivo que nunca, se detiene extasiado ante la dama.
Sus labios se mueven involuntariamente en un beso contenido, apenas sutiles diferencias en los rasgos, la frenan de echarse en los brazos del hombre que la observa sonriente casi una cabeza por encima de ella, el color de la piel, los ojos de un negro misterioso e insondable, la boca dibujada destacando los dientes alineados, casi brillantes. Quizás el recuerdo se fue desvirtuando un poco durante el tiempo que duro la búsqueda que esta culminando, están frente a frente, hay millones de cosas que decir, con palabras y con la piel, se siente mujer, pero sabe que no debe dejarse llevar, maldita sea la espartana educación recibida, tan profundamente arraigada que aun así le era difícil dejarse llevar.
Tomados de la mano se disuelven entre los danzantes, sin soltarse bailan su propia armonía, el resto los mira con curiosidad y una cierta inquietud por el sobrenatural frío que envuelve a la pareja, que definitivamente no lo nota.
IV
La baja temperatura de la noche desentona con las calidas risas de ambos, desabrigados, están mas allá de la realidad física, hablan, ríen, caminan, uno embebido en el otro, con su propia atmósfera. El fantasma y la joven se adjudican mutuamente tener las manos mas frías que el otro, ríen divertidos por enésima vez.
Nuevamente enlazadas las miradas, protegidos por las altas murallas decoradas, hablan de una eterna búsqueda de cientos de vidas atrás, un andar sin caminos ni tiempo para ese único momento, las miradas unidas, las manos apretadas, y las bocas fundiéndose finalmente en un beso con sabor a vida eterna.
Al final del profundo beso, ella le dice con dulzura, “Perdón”, él, sabiendo desde lo más hondo de su alma lo que significa, asiente, vuelven a besarse, el frío desaparece, las almas unidas se llenan de calor.
Se separan y sin voltear parten por rumbos divergentes, Marcos detiene un taxi, indica rápidamente la dirección de su casa, y se arrebuja en el asiento con una paz interior desconocida hasta entonces, ya no será más el fantasma de la memoria de su padre, las huellas en el alma de aquel trágico accidente acaban de sanar.
Ella, sonriendo pero con lagrimas en los ojos, atraviesa el muro del cementerio, camina rápido hacia su tumba, su alma ya es libre de, finalmente, descansar en paz...
¿Prologo?
Leonardo la sujetaba de los hombros con lagrimas en los ojos, Laura lo miraba preocupada, amaba profundamente a ese muchacho, había dejado de lado demasiados prejuicios para darle lugar al sentimiento, ¿qué pasaba? ¿era el frío de la noche o la cerrada oscuridad que ocupaba el lugar de los ojos llorosos de él? Aquello que le provocaba una angustia opresiva en su estomago.
Las palabras detonaron en su cerebro como pirotecnia de fin de año, le hablo de otra mujer, fue antes de conocerla, apenas se habían visto unas veces, pero aquella llevaba en el vientre al hijo de Leonardo, de ese hombre al que Laura sentía el hombre de su vida, él no quería hacer eso, pero debía hacerse cargo, sus propios ojos la traicionan humedeciendo el color del mar con verdadera agua salada. Un nombre, Marcos, acaricia su oído sin llegar a anidar del todo en su conciencia, se siente desesperada, se siente morir. En un acto reflejo se cuelga de su cuello y lo besa con pasión, con sus 17 años no estaba preparada para estas cosas, separa sus labios y sin despedirse gira sobre si misma y se lanza a
.