Con mis Bueyes Perdidos di mis primeros pasos, algo así como animarme a exponerme a través de mis reflexiones bajo la forma de ensayos, ahora doy un paso mas, con mas trabajo dejare algunas ficciones que mi imaginación vaya dando a luz, ojala sean de su agrado.

martes, 25 de septiembre de 2007

Vacío.


"Como me esta llevando mas tiempo del que pensé mi siguiente cuento, les dejo como para que no se aburran una pequeña historia puesta en los principios de Bueyes, por entonces ustedes no me leían así que sera como nueva, si la han leído tenganme un poco de paciencia, gracias"


Como se hace para olvidar las cosas compartidas, como se hace para dejar de pensar en los estímulos recibidos, como, al cerrarse la puerta, se saca de la memoria tantas satisfacciones, tantos secretos compartidos, tanta vivencia.

Me dejaste sin tu blanca presencia, sin tu compañía, sin tu asistencia. Quien sabe en otro hogar seas capaz de dar lo que me diste, pero no es mi consuelo, no es mi calma. Deposite en vos mi confianza, casi diría mi salud, fuiste testigo de mis olvidos y descuidos, estoicamente has soportado algo de mi desatención, pero siempre has estado, siempre me diste sin reclamos tu frescura, nunca me negaste tus dotes, ahora que te vas, ahora que ya no te tendré conmigo, se me hace pesada tu ausencia.

No me refugiare en los recuerdos, se que dejas un gran vacío, un vacío difícil de llenar, tratare de vivir sin vos, de no perder mi integridad por tu ausencia, debo aprender a organizarme, ya que no estarás para asistirme, nada desde ahora será lo mismo sin vos, pero el destino imperturbable y a veces cruel, dispuso que tu camino no sea el mío, sin lagrimas, sin palabras de dolor, apenas con un gesto de despedida, sutil, casi imperceptible.

Las cosas desparramadas por todos lados, son el testimonio visible de tu partida, nada podré conservar, he decidido que todo será regalado, no es por despecho, es casi en honor a tu memoria que no permitiré que nada de lo que te pertenecía se vea malogrado. Una buena persona disfrutara de lo que tu ser albergaba, alguien que como yo sepa valorarlo, ahora dejare pasar los días, tratando de, como dije, aprender a vivir sin vos, no será fácil, casi cada día, te necesitare, pero no estarás, y deberé sobrellevarlo.

Mirar mi casa, ahora sin tu presencia, duele, dejas un vacío dificil de llenar, nada, en un futuro próximo, estará en condiciones de ocupar tu lugar, que difícil, tener que devolverte, con lo que cuesta ahora una heladera nueva.


Nota: Heladera es lo mismo que nevera, por las dudas lo aclaro.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Leyenda Urbana.



I

Sentada en un rincón oscuro del local bailable, sonreía divertida, rodeada de un humo de cigarrillo que pintaba el lugar como si de un callejón londinense se tratara, la música al limite de lo tolerable no hacia mas que reafirmar la soledad, la individualidad en un lugar lleno de soledades potenciadas por la imposible comunicación hablada. Su sentido del oído, casi adormecido, exacerbaba el de la vista, así que poso sus profundos ojos celestes en los rostros, resaltados por los juegos de luces y el maquillaje, de las mujeres que bailaban solas o intentaban una comunicación, afirmando o negando aleatoriamente, sin saber exactamente lo que su interlocutor decía, una ceremonia de fin de semana.

No tenía ningún tipo de sensación respecto al resto de las mujeres, que como ella misma buscaban algo o alguien, quizás un momento de diversión, quizás un momento de sensualidad o simplemente abandonar la soledad enmarcada en un mediocre empleo o en el estudio de una carrera sin pretensiones. La belleza, existente o no, delineada por grandes cantidades de maquillaje; ¿cuánto menos pesarían si tuvieran la cara limpia de afeites?, donde su sonrisa natural liberara las imperfecciones que hacen a la mujer perfecta en si misma, pero no, se ocultaban en elaboradas formas dibujadas, algunas de colores chillones, otros con mas delicadeza, pero solo ella llevaba el rostro virgen de la química cosmética.

Su cuerpo, armonioso y delicado, sin llegar a ser voluptuoso pero lejos de la imagen anoréxica tan de moda, se yergue sobre los bajos tacos de unas cómodas sandalias, la tela, con un corte pasado de moda, apenas puede disimular a la niña-mujer que recubre. Las luces bajan como anuncio de la siguiente ceremonia, la danza, y con ella, el lento y dificultoso peregrinar masculino en busca de una mujer que le permita algo más que solo una charla inocente, casi un rito primigeneo.

Aun recuerda el sabor de la boca del joven, apenas mayor que ella, sabor a varón con tabaco y alcohol, una mezcla difícil de olvidar, la piel olivácea y la nariz apenas prominente y esos ojos negros protegidos por unas frondosas cejas, ese niño-hombre es la diana no alcanzada de su mirada, por él, cada fin de semana regresa a ese lugar.

Rechaza una y otra vez con amabilidad los ofrecimientos de compania, las invitaciones a compartir una bebida, en algo muy parecido a una función de mimos, habida cuenta de la omnipresente música con sus decibeles desbocados. Nadie la acosa, apenas insisten y continúan, quizás incómodos por la azul profundidad de sus ojos, una profundidad que verdaderamente intimida en alguien de apenas 17 años.

II

A pesar de los años no había sido capaz de superar esa sensación de mortaja aromática que lo abrumaba, si bien hacia horas que había abandonado el cementerio, como cada vez, era incapaz de despojarse de la imagen de las tumbas y nichos de esa pequeña ciudad de fantasmas y desde luego del pesado olor de flores en descomposición, que inevitablemente asociaba a la muerte. Marcos no era un mojigato, no era melindroso, pero tampoco invulnerable, y las heridas del accidente, profundas huellas en su alma solitaria, no cicatrizaban, un accidente ocurrido hacia veinte años, la llave a la bien conocida necrópolis.

Se sacude la cabeza acomodándose el pelo y los pensamientos, ahora si, a vivir una nueva noche de ruido alienante, no es que no le gustara bailar, solo que era conciente que un fantasma no podía hacer mas que eso, el dialogo imposible y la insoportable rutina de tratar de saber las tonterías de rigor, por eso solamente bailaba, las mujeres, atraídas por su porte, rápidamente sentían su falta de interés y con cierto fastidio lo dejaban, a veces bailando solo.

Un fantasma bien vestido tenia fácilmente granjeada la entrada, la músicas lo golpea en la cara sin miramientos, las luces bajas le indican que el baile se ha iniciado, se acomoda en un rincón, aun no tiene ganas de sumergirse en el amontonamiento humano arrastrado por la marea de hombres y hormonas.

III

La profunda mirada azul se encuentra con la misteriosa mirada negra, la multitud se disuelve alrededor del invisible puente tendido ante los jóvenes, ambos rostros inescrutables no necesitan gestos para expresarse, sus ojos lo hacen con prístina fluidez y claridad. Mas que acercarse, Marcos, se desliza entre la gente hacia la blancura magnética del rostro de ella, imágenes sueltas de una memoria genética lo hacen sentirse mas vivo que nunca, se detiene extasiado ante la dama.

Sus labios se mueven involuntariamente en un beso contenido, apenas sutiles diferencias en los rasgos, la frenan de echarse en los brazos del hombre que la observa sonriente casi una cabeza por encima de ella, el color de la piel, los ojos de un negro misterioso e insondable, la boca dibujada destacando los dientes alineados, casi brillantes. Quizás el recuerdo se fue desvirtuando un poco durante el tiempo que duro la búsqueda que esta culminando, están frente a frente, hay millones de cosas que decir, con palabras y con la piel, se siente mujer, pero sabe que no debe dejarse llevar, maldita sea la espartana educación recibida, tan profundamente arraigada que aun así le era difícil dejarse llevar.

Tomados de la mano se disuelven entre los danzantes, sin soltarse bailan su propia armonía, el resto los mira con curiosidad y una cierta inquietud por el sobrenatural frío que envuelve a la pareja, que definitivamente no lo nota.

IV

La baja temperatura de la noche desentona con las calidas risas de ambos, desabrigados, están mas allá de la realidad física, hablan, ríen, caminan, uno embebido en el otro, con su propia atmósfera. El fantasma y la joven se adjudican mutuamente tener las manos mas frías que el otro, ríen divertidos por enésima vez.

Nuevamente enlazadas las miradas, protegidos por las altas murallas decoradas, hablan de una eterna búsqueda de cientos de vidas atrás, un andar sin caminos ni tiempo para ese único momento, las miradas unidas, las manos apretadas, y las bocas fundiéndose finalmente en un beso con sabor a vida eterna.

Al final del profundo beso, ella le dice con dulzura, “Perdón”, él, sabiendo desde lo más hondo de su alma lo que significa, asiente, vuelven a besarse, el frío desaparece, las almas unidas se llenan de calor.

Se separan y sin voltear parten por rumbos divergentes, Marcos detiene un taxi, indica rápidamente la dirección de su casa, y se arrebuja en el asiento con una paz interior desconocida hasta entonces, ya no será más el fantasma de la memoria de su padre, las huellas en el alma de aquel trágico accidente acaban de sanar.

Ella, sonriendo pero con lagrimas en los ojos, atraviesa el muro del cementerio, camina rápido hacia su tumba, su alma ya es libre de, finalmente, descansar en paz...

¿Prologo?

Leonardo la sujetaba de los hombros con lagrimas en los ojos, Laura lo miraba preocupada, amaba profundamente a ese muchacho, había dejado de lado demasiados prejuicios para darle lugar al sentimiento, ¿qué pasaba? ¿era el frío de la noche o la cerrada oscuridad que ocupaba el lugar de los ojos llorosos de él? Aquello que le provocaba una angustia opresiva en su estomago.

Las palabras detonaron en su cerebro como pirotecnia de fin de año, le hablo de otra mujer, fue antes de conocerla, apenas se habían visto unas veces, pero aquella llevaba en el vientre al hijo de Leonardo, de ese hombre al que Laura sentía el hombre de su vida, él no quería hacer eso, pero debía hacerse cargo, sus propios ojos la traicionan humedeciendo el color del mar con verdadera agua salada. Un nombre, Marcos, acaricia su oído sin llegar a anidar del todo en su conciencia, se siente desesperada, se siente morir. En un acto reflejo se cuelga de su cuello y lo besa con pasión, con sus 17 años no estaba preparada para estas cosas, separa sus labios y sin despedirse gira sobre si misma y se lanza a la carrera. Leonardo la sigue asustado al verla dirigirse a la avenida, la alcanza demasiado tarde, el camión los alza por el aire. Ella murió en el acto, se dejo ir con una palabra atrapadas en sus labios, “Perdón”, él, falleció días después sin haber conocido a su hijo, el que, sin razón, no dejaría de sentirse culpable de esa doble muerte, hasta una fresca noche de otoño en la que Laura y Marcos se redimirían mutuamente.

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miércoles, 5 de septiembre de 2007

Oscuridad.



La sensación de inmovilidad era en cierta forma tranquilizadora, su ultimo recuerdo conciente, claro y luminoso era el de las formas que la luz tomaba sobre la hoja del cuchillo antes de penetrar su cuello, después un silencio algodonoso que despacio fue dando lugar a voces sueltas, algunos llantos, imágenes cuasi fotográficas de rostros familiares y desconocidos, de manera cada vez mas espaciada.

La sensación de los tubos que lo asistían en sus funciones vitales eran extrañas, apéndices de si mismo sin sensibilidad, ¿o él era el apéndice del respirador o de la bomba dosificadora de medicación o del sencillo tubo por el que recibía el alimento? Ya no se sentía capaz de diferenciarlo. Coma, palabra que jamás había analizado, siquiera prestado atención, ahora la vivía; no es tan malo, si alguna vez se imagino la situación ciertamente no era de esta manera, si apenas era como mirar televisión a diario, dormía mucho y a veces se le cruzaban imágenes sueltas de eventos o personas, mientras, su imaginación se desplegaba sin ataduras al grado de sentir que podría descubrir por si mismo los secretos mas profundos del universo.

Muchas veces era conciente de las presencias, lo roces lejanos de pieles amorosas buscando darle confort, sonidos de voces conocidas, de tonos dolorosos y a veces ansiosos, se colaban entre los jirones de silencio, ese silencio sucio de electrónica y mecánica en movimiento, no era conciente de su cuerpo la mayor parte del tiempo, pero cuando lo sentía, era sentir la contracción de sus músculos sobre si mismos, como si buscaran retroceder en el tiempo a su primigénea y olvidada época intrauterina.

El tiempo, algo de lo que había perdido enteramente las referencias, en todo caso no le importaba tampoco, se sentía como imaginaba que se sentiría un Lama en sus momentos de éxtasis y concentración, con sus sentidos enfocados sobre su interior, si tan solo pudiera levitar.

Una sensación de ahogo lo saca, si se puede decir así, de su abstracción, llanto a su alrededor, una abstracta sensación de manipulación, el cese de ruidos familiares, oscuridad un tanto opresiva.

De repente tuvo mas conciencia de su ser, era como que esa profundización del aislamiento lo adentraba en si mismo como nunca hasta ese momento, si de momento se podía hablar. De repente volvió a tener noción de si mismo como materia, la sensación del aire, entrando en sus pulmones, el roce casi doloroso de tela en su piel, abrió los ojos pero la oscuridad continuaba.

Sintió la aspereza del tul sobre el rostro, el olor del perfume barato, la incomoda opresión en sus miembros doloridos y atrofiados, el acolchado ambiente…

Sonrió primero como con timidez, luego dejo salir una dolorosa carcajada por la reseca garganta, se calmo, se permitió un pensamiento, eso si no lo había imaginado jamás, volvió a sonreír, y dejo escapar con toda franqueza la profunda desesperación y el pánico de estar encerrado en su ataúd en el primer atisbo visible de vida que tenía en años…

martes, 4 de septiembre de 2007

Angelito de Dios.



Difícil quitar la vista de los oscuros y profundos ojos del pequeño, se podría decir que subrayaban casi como una muda suplica el pedido que le había hecho. Sonriendo se quedo estático, pensó en sus propios hijos, en esa edad donde la rebeldía comienza a expresarse, niños que se duermen a diario con el estomago lleno, cuya única obligación es estudiar, si para los sacrificios esta él, para eso esta todo el día en ese kiosco, entre golosinas, útiles escolares y tarjetas prepagas de teléfono, un pequeño universo que lo sustenta, junto a su familia, desde hace doce años.

Los labios del pequeño vuelven a moverse, el sigue abstraído en esos ojos profundos, despacio amplia el foco, la ropa un tanto desaliñada, definitivamente muy usada y sucia, que triste destino para esa niñez que solo puede vagar por la calle, que es presa de pegamentos y drogas mas sofisticadas, una niñez sin cuentos de hadas, sin juguetes, sin desayunos atiborrados de pan con manteca y café con leche, sin timbres de recreo ni maestras solicitas, sin días del niño; una niñez de escalones de mármol en edificios públicos donde dormir, de deambular por restaurantes y otros locales mendigando una moneda…

La boca del chico se mueve otra vez, pero el sonido pegadizo de un tango de Julio Sosa le llena los oídos y la cabeza, siempre quiso bailar tango, quizás si lo hubiera hecho en la juventud podría haber juntado buen dinero, bailando en el extranjero, en lugar de regentear un kiosco de barrio, donde debía lucir una perenne sonrisa a pesar de las viejas cargosas llenas de tiempo libre y ocioso que solo se entretenían discutiendo todos los precios de las pequeñeces que llevaban, a veces se sentía miserable. El era un hijo obediente, en que habrá fallado para que los suyos se comportaran así, sabia que su mujer hacia lo posible para ponerlos a raya, claro, eso al volver del trabajo, el trabajo, al trabajar los dos la mayor parte del día es lógico que sus hijos actuaran con semejante rebeldía, pobre Nora, sabia que se sentía impotente y a veces lloraba en silencio, que linda que era cuando se conocieron, sonríe al recordar ese primer beso robado en un banco de plaza, algo de esa jovencita se encuentra aun en lo profundo de sus tristes ojos celestes…

¿Qué?; el chico dice algo mas, el extraño tono lo saca de su ensimismamiento, un tanto sorprendido que un pequeño de ocho o nueve años se exprese de manera tan exigente, lo mira, se ve tan extraño, por un lado tan desamparado y por el otro tan decidido, le sonríe…

Los vecinos lo encuentran aun con la sonrisa dibujada en los labios pero enmarcada en un rictus de sorpresa, el pequeño circulo negro, casi como un tercer ojo, se ve como una nota discordante en la frente del comerciante, los ojos bien abiertos a la nada, vidriosos, cajas de golosinas por el suelo, las tarjetas de teléfono ausentes y la pequeña caja registradora abierta y vacía, el charco de sangre se mezcla con las blancas hojas de los repuestos escolares y los caramelos.

Un día mas en un barrio mas…