Con mis Bueyes Perdidos di mis primeros pasos, algo así como animarme a exponerme a través de mis reflexiones bajo la forma de ensayos, ahora doy un paso mas, con mas trabajo dejare algunas ficciones que mi imaginación vaya dando a luz, ojala sean de su agrado.

jueves, 13 de agosto de 2009

Solo.


El viento perenne le azotaba la espalda, la piel curtida parecía insensible al calor, pero solo parecía, sentado en la roca, sobre la yerma elevación, contempla una monotonía mineral que se extiende hacia el horizonte. Una sonrisa triste se dibuja en su rostro, inmóvil en la roca, deja que su mente se llene de recuerdos, el único tesoro que aun conserva. Se sorprende que aun sea capaz de recordar su lejana niñez, aunque la palabra lejana, hablando de intervalos de tiempo, se vuelve un eufemismo en su vida.
Nació en la Mesopotámia asiática, cuando el Tigris y el Eufrates eran vergeles casi vírgenes, en una tribu de nómadas cazadores y ocasionales recolectores, cuando la vida era peligrosamente sencilla, los códigos elementales pero grabados a fuego y la vida misma una aventura. Así aprendió a leer a las cosas vivientes, a los minerales, aprendió la insignificancia del humano frente a una naturaleza, la mas de las veces, benigna o simplemente impasible a su sufrimiento. Entre juegos y aprendizajes se convirtió en un joven fuerte, saludable, quizás demasiado, mas tarde vendría el mito, la leyenda.
Remolinos de viento rojo, como lenguas de fuego danzan a su alrededor a veces acariciando su piel de manera dolorosa, debería estar acostumbrado, pero no, su cuerpo se empeña en recordarle su humanidad, algo que solo él sabe presente.
Se para lentamente y contempla al astro anaranjado que, en apariencia inmutable, lo preside todo desde un cielo de nubes plomizas y densas, pero incapaces de opacar totalmente su presencia. Cansinamente comienza a caminar, sin rumbo, como día a día, la opresión de la sed lo sorprende descuidado, cierra los ojos y se concentra para alejar la sensación, la necesidad, nuevamente se refugia en su historia.
Imágenes de incontables amores, amores estériles ya que su propia naturaleza lo volvió incapaz de dejar alguna descendencia, aun con lo más avanzado de la tecnología, cuando esta aun existía, cuando aun había una humanidad que la usufructuara. Su sonrisa se vuelve aún más triste, que ironía, los dioses pueden sufrir. Se sacude la sombra que lo envuelve y retoma, como innumerables veces antes, el nutrido catalogo de profesiones, como para darles alguna denominación, que supo ejercer a lo largo de su extensa vida. Vida,
Era un pequeño pastor de cabras cuando, a los 7 años, los dioses descendieron en sus “casas voladoras” como entonces fueron llamadas por los miembros de su aldea, los dioses, sonríe al recordar esa denominación, les transmitieron valiosos conceptos y en sus “casas voladoras”, inclinaron a su favor, cuando fue necesario, las luchas tribales y de poder de la antiquísima y embrionaria Asiría-Babilonia, fue en una de estas, en la que, elevado al cielo, le fue conferido el don que hoy lo atormenta, para ser guía y símbolo de su pueblo.
Desde entonces ha sido soldado de incontables guerras, nuevamente pastor, alquimista, científico más formal, técnico, empresario y alguna vez se atrevió a incursionar en la política. Hoy es el ultimo representante de una antiquísima raza desaparecida hace dos o tres millones de años atrás, quien es capaz de llevar semejante cuenta, hoy es el ultimo ser humano en la faz de la estéril tierra.
Su cuerpo es incapaz de corromperse, pero no de sentir dolor, los años no dejan huella en él, pero su alma esta lastimada por centurias de intentos de salvar la del resto de su especie, a veces con bondad digna de un santo otras, cuando la paciencia le flaqueaba, con el despotismo mas acérrimo, solo con una constante, el fracaso. Conciente que si sus “benefactores” no regresan en los próximos cientos de años, su sufrimiento será aun peor, cuando el sol convertido definitivamente en gigante roja, lama su cuerpo, lo queme impiadosamente pero sea incompetente para matarlo. Quien sabe si aquella civilizaron no se haya extinguido ya, pero mientras tanto solo le queda tener la esperanza de ser liberado de un terrible futuro.
Su epopeya, cuando así se la denominaba, ya estaba escrita en tabletas de arcilla que formaban parte de la biblioteca del rey Sirio, Arsubanipal, después no hay registros, solo los que conserva en su mente, su nombre, el primero que recibió, aquel que le dieron al nacer, es Gilgamesh, el inmortal.