Con mis Bueyes Perdidos di mis primeros pasos, algo así como animarme a exponerme a través de mis reflexiones bajo la forma de ensayos, ahora doy un paso mas, con mas trabajo dejare algunas ficciones que mi imaginación vaya dando a luz, ojala sean de su agrado.

sábado, 22 de diciembre de 2007

Promesa.


… nunca me había acercado a tales eventos, desde luego que las recriminaciones no faltaban, el que dirán, la familia, argumentos inconsistentes para mi idea de la vida. Así que fiel a mi mismo me aleje del mío.

Si he de ser honrado, mas que por unidad de criterio, me fui por que me preocupaba ella, la sabia triste y dolida, si yo mismo tenia una penetrante angustia difícil de sobrellevar y soy “duro”, o al menos así me mostraba, la marcha va por dentro dicen. Sabia que ella también evadiría la ceremonia, no se si por las mismas razones que yo, pero somos tan parecidos que no me cupo mas que suponer eso mismo.

No me costo encontrarla, estaba en el banco del parque donde nos dimos el primer beso profundo, supongo que vendría de nuestro querido lugar de encuentro, donde se nos conocía desde hace décadas. La constante sonrisa que iluminaba su rostro había desaparecido, definitivamente no logre inculcarle algunas de mis ideas, aunque siempre ha sido mas sensible que yo, si bien a ambos se nos han derramado lagrimas en las mismas circunstancias; ciertamente necesitaba un abrazo, pero algunas veces no podemos manejar los acontecimientos así que sabía que no se lo podría dar.

Me acerque despacio, solo yo lograba hacerla sonreír cuando la tristeza la embargaba y estaba dispuesto a que no fuera esa mañana la excepción, me senté a su lado, sin que ella me pudiera ver, pero si sentir, y comencé a susurrarle suavecito cada uno de los segundos que, compartidos, nos hicieron tan felices.

Cerro los ojos y casi con magia su blanco pelo se oscurecía ante mis ojos, la piel de su rostro volvía a tener la tersura que sentí sobre la palma de mi mano una mañana de verano en un café de la capital, despacio su boca comenzaba a dibujar su clásica sonrisa, fresca como siempre, pero con los matices de nuestra ya lejana juventud, la conocía demasiado como para saber que podía sacarla de su tristeza. Apoye mi mano sobre la suya y note como se le erizaba la piel, siempre había sido así, treinta años no habían quitado la magia del roce, brillaba, era nuevamente luz, esa luz que me atrapo en lo que seria solo un café de amigos hace eones.

Me miro, no pude dejar de sorprenderme, suponia que nadie podia, con el clásico gesto de nena triste me recrimino el no haber cumplido mi promesa, me reí, como no hacerlo, si su sonrisa, de nuevo en su rostro, era por demás contagiosa, le dije que no era así, que había venido a cuidarla como había prometido, con un gesto de picardía me aclaro que no era esa la manera convenida, racional como siempre he sido le aclare que uno hace las cosas como puede, que a veces las circunstancias mandan por encima de los deseos e intenciones. Afectuosa acentuó esa maravillosa sonrisa y me dio un beso suave en los labios, nuevamente sorprendido pero feliz le volví a reiterar que la seguiría cuidando como le había prometido millones de veces, riendo me dijo que así seria, por que no me soltaría la mano, como tantas veces nos habíamos dicho, la mire intrigado, ella sonrió por enésima vez y asintió, no iba a discutir, no tenia sentido, ya nos conocemos demasiado, así que de la mano, nos levantamos y sin mirar atrás partimos juntos; raro, conservamos el mismo aspecto que cuando nos conocimos…

Las palomas parecían custodiar a la sonriente anciana que a primera vista parecía dormitar, solo parecía, por que su corazón ya no latía en este mundo.